Chelsea Vulturi

Chelsea, cuando era aún humana era una persona educada, gentil, amable, en fin una persona servicial. Pero cuando la convirtieron, su personalidad cambió completamente. Esto se debe, en mayor parte a que pertenece a la Guardia Vulturi, esto ha hecho que se endurezca al correr de los años. Por eso, si tiene que desnucar o hacer doler de algún modo a alguien, no lo piensa dos veces antes de hacerlo. Siente un gran desprecio ante la raza humana, piensa que solo son comida, una raza inferior. Y claro, también hacia los Cullen siente un gran desprecio, quizá aún más grande que el que tiene hacia los humanos. No puede entender como se rebajan hasta tal punto de vivir entre humanos y cerca de esos chuchos sin gracia alguna. Otra cosa que odia de ese peculiar clan es su modo de alimentación. Le parece repugnante y asqueroso que se alimenten de animales. ¿Quien querría a un maloliente animal cuando se puede tener a los humanos mas apetitosos del mundo?

Era una noche oscura, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Me dirigía a mi casa, y aunque no era tarde, no se encontraba nadie en las calles. Una suave brisa corría ese día, por lo cual tenía, además de mi vestido, una especie de lo que llamarían hoy chaqueta. Seguí caminando, cada vez más rápido, ya que pronto se largaría una tormentosa lluvia. No tuve suerte, la lluvia empezó lentamente, solo eran unas suaves gotas que apenas mojaban, por lo cuál seguí caminando deseando que esta no durara demasiado.
Pero, a los pocos minutos, cuando aún me faltaba mucho camino para recorrer hasta llegar hasta mi confortable casa, se largó una de las más fuertes tormentas que puedas llegar a imaginar. Todo mi cuerpo se mojó de inmediato, mis ropas estaban empapadas. Intenté caminar, pero las calles estaban todas inundadas, y al hacer unos pasos resbalen cayendo al suelo. En el intento de amortiguar la herida, mi mano se raspó contra el suelo lastimándose. Cuando me pude levantar, empecé a tocar las puertas de esa calle, pidiendo ayuda, pero con la tormenta y con la hora que debía ser nadie salía. Seguí tocando las puertas con la vaga esperanza de que alguien acudiera a mis portazos. Seguí caminando tocando las puertas, con el mismo éxito de antes, hasta que llegué a una casa en la cual, apenas toque, salio un misterioso hombre de ella. Inmediatamente, sin que le explicara el motivo por el cuál acudía a su ayuda, me abrió la puerta. Me hizo entrar, yo encandilada por la belleza de aquél hombre, no hice otra cosa que aceptar y entrar. Adentro se encontraba mucho más confortable, había un gran fuego en una esquina de la sala y este hacía que todo el lugar se encontrara muy confortable.
Me senté en uno de los sillones cerca del fuego, al mismo tiempo que el hombre se sentaba enfrente de mí. Miré mi lastimadura en la mano. Tenía unas pequeñas gotas de sangre, levanté la cabeza para pedirle al hombre algún lugar para lavarme, pero antes de que me diera cuenta, tenía al hombre sobre mí. Un dolor atroz me invadió y cuando desperté era otra persona. El hombre me explicó lo que ahora era, y se despidió de mí. Con el pasar de los años, llegué a formar parte de la guardia de los Vulturi.